MUNDO VILLERO
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Orígen de la Cumbia Villera

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Mensaje  Robertelcumbiero Miér Jul 22, 2009 11:48 pm

La cumbia villera[2] surge en la Argentina de la segunda mitad de los 90, como un género que revela y permite constituir un cierto tipo de mundo: el de los jóvenes de los barrios más pobres de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Pobres que no se consideran pobres, ni como carenciados ni como pasibles de pena, sino positivando aquello que, en la mirada dominante, los estigmatiza. El adjetivo “villero”, utilizado con menosprecio para caracterizar a los habitantes de las villas – los asentamientos más pobres de una ciudad – es levantado con orgullo y recuperado como marca diferencial dentro de este género. Ser villero es, en la mirada de los “otros”, peor que ser apenas pobre: es gustar y merecer la pobreza. Es una interpelación estigmatizante, a algo o a alguien como un ser ontológicamente inferior, incapaz de progresar.

El presente artículo presenta y contextualiza los usos de una categoría social, la de pibe –una categoría que, en su uso contemporáneo, es transversal a las divisiones generacionales entre infancia, juventud y adultez—a partir de su lugar en la cumbia villera.[3] Para ello, partiré del análisis de dos tipos de discurso: por un lado, las letras de las cumbias y, por otro, los reportajes, noticias y entrevistas a los grupos villeros[4] que han sido vehiculadas por los medios gráficos durante su aparición y auge, entre 1999 y fines de 2001.

Este artículo se divide en tres partes. En la primera, presento, en una breve síntesis, el contexto en el cual nace el género aquí analizado. En un segundo momento, propongo hacer un ejercicio comparativo, adonde consideraremos algunos tópicos presentes en el género en contraste con los valores hegemónicos, no sólo de los sectores dominantes, sino los que orientaban las prácticas, en las generaciones previas, al interior de los sectores populares. Y consideraremos esta presencia villera, vehiculada por los pibes a través de este tipo de cumbia, en dos dimensiones. Por un lado, como disidencia frente a un ideal que ligaba el trabajo y la familia como horizonte masculino. Y por otro, como disidencia frente a la exclusión social, a partir de una posición externa a las redes del orden dominante —del Estado, del mercado, de la ley y los valores hegemónicos – en dos sentidos: 1) de descontrol; 2) de voluntad de inclusión, en términos que no son los del orden dominante. Veremos, así, una ambigüedad no resuelta entre la ruptura con un mundo disciplinario y la reacción contra la desagregación social en la que ellos no quieren ser controlados ni excluídos. Evidentemente, ni las redes del orden hegemónico son tan rígidas ni se implantan, siquiera en los sectores dominantes, con una capilaridad y una preeminencia como lo propuesta aquí. Se trata de un ejercicio adonde, en la comparación de horizontes se vuelve más nítida la especificidad de la categoría analizada y del género musical que, al mismo tiempo, la revela y ayuda a construirla.

En este sentido, propongo que la cumbia villera no “expresa” ni es “reflejo” de la “realidad” de los jóvenes de barrios pobres de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires, sino que revela y permite constituir un cierto tipo de mundo (lo que no significa simplemente “reflejarlo”) utilizando, de una manera creativa, los materiales disponibles en su contexto – entendido no sólo como una estructura sociológica, en sentido “objetivista”, sino también en términos de mundo de significaciones y narrativas. Sin embargo, al ser este contexto estructuralmente ambiguo, es posible que, tanto en las letras como en las entrevistas periodísiticas a los músicos, se presenten, en relación al orden dominante, disrupciones diferentes: algunas cuestionarán la consumación del orden capitalista dominante, mientras que otras parecen trabajar en un espacio y en una racionalidad más cercano al mismo. Esto será analizado en la tercera parte, donde consideraremos el rol que los medios han jugado en la definición del espacio social ocupado por la cumbia villera. Veremos, así, de qué manera, frente a la acción de los medios, los villeros se ven en la necesidad de “definirse”, de tomar posiciones rígidas, muchas veces para defenderse, generando una tensión entre las posibilidades de reconocer la positividad creadora –no apenas como reacción al orden dominante, sino en lo que Guattari denomina procesos de singularización: “los procesos disruptores en el campo de producción del deseo: se trata de los movimientos de protesta del inconsciente contra la subjetividad capitalista, a través de la afirmación de otras maneras de ser, otras sensibilidades, otra percepción, etc.” (Guattari & Rolnik 2000: 45).
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